Entrevista a Raquel Arbeteta
He tenido el placer de entrevistar a Raquel Arbeteta, autora de varias novelas y de una de mis favoritas de este año: Entre dos finales, publicada por Salamandra. Además de profesora, bióloga y escritora, disfruta del café con hielo, la mitología, las fiestas de pueblo y, por supuesto, la literatura. Y también es fan del manga y el anime, como descubrirás más adelante.

Empecemos por los inicios. ¿Qué te hizo animarte a escribir y enamorarte de la escritura?
Empecé a escribir muy pequeña. Mis padres siempre han leído muchísimo, y yo siempre escribí. Mi primer cuento lo escribí con cinco años: se titulaba El gato que comía queso. O sea, adelantándome al vegetarianismo. No se entiende nada, pero mi madre todavía lo guarda.
Siempre escribí cuentos, me encantaban. En el instituto, dos de mis profesoras me animaron a presentarme a concursos literarios, primero en el colegio y después en mi ciudad. Gané algunos, y eso me motivó a seguir. Durante la universidad continué escribiendo relatos, aunque estudiaba Biomedicina, una carrera que no tenía nada que ver con las letras.
Luego, gracias a mi cuenta en Twitter y al auge de las editoriales independientes alrededor de 2017-2018, di con un concurso de novela corta. Nunca había escrito nada en ese formato —al margen de la típica historia de fantasía interminable que empiezas con catorce años—, pero decidí presentarme… y me la cogieron.
A la vez quería probar con la histórica, porque siempre me ha encantado la novela romántica de ese género. Escribí un par de manuscritos y los envié a la agencia literaria IMC, que entonces buscaba representar a nuevos autores. Envié una de mis novelas y me aceptaron.
Por un lado, publiqué un par de novelas cortas con editoriales independientes; por otro, mi agencia consiguió que me cogieran en Grijalbo. Desde entonces he ido aumentando el número de páginas y ampliando mi trayectoria. Ahora mismo tengo dos títulos descatalogados y unas seis o siete novelas disponibles.
Cuando descubrí que tenías un retelling de ciencia ficción del mito de Orfeo y Eurídice, me dije “quiero leerla”, pero no la encontré en ninguna parte. Estoy hablando de Te traeré a casa. ¡Qué lástima que sea una de las descatalogadas!
Sí, está descatalogada porque, aunque funcionó bien, la editorial —que era independiente— terminó cerrando. Estoy intentando buscarle nueva casa, pero las novelas cortas son complicadas: esta tiene unas treinta y tres mil palabras, y a menudo no encajan en los catálogos. También me planteo ampliarla o encajarla en una serie de relatos en el mismo mundo. Ya veremos.
¿Te has planteado autopublicarla?
Me lo planteé. De hecho, ya autopubliqué una novela porque la editorial no quiso sacar, y me fue muy bien: la romántica histórica funciona estupendamente en autopublicación.
El problema es que las novelas cortas, y más aún si son de ciencia ficción —y además con dos chicas como protagonistas—, tienen más difícil llegar al público si están autopublicadas, y yo para esto soy supervaga, la verdad. En cambio, con una editorial independiente, sobre todo si es muy de nicho, es más fácil que la obra encuentre a sus lectores.
Aun así, no lo descarto. Si en un año nadie la quiere, seguramente la suba a Kindle Unlimited y quien quiera leerla podrá hacerlo allí.
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[Aquí tuvimos una charla muy interesante sobre piratería y sobre el precio y los costes de los libros digitales. Es un tema complejo. No la he transcrito entera porque la entrevista ya es bastante larga, pero te dejo la conclusión final (y muy sensata) de Raquel:
Las circunstancias son la clave, no es lo mismo cuando te piratea alguien sin recursos, que cuando te piratea una persona que se va todos los fines de semana en barco con sus papás. Y tú dices: ostias, gástate un poco de dinero en el libro.
Por supuesto, hay muchas muchas situaciones intermedias, pero tengamos sentido común: si tienes recursos y puedes permitirte los libros, por favor, no piratees; si no tienes recursos, recuerda que hay otras opciones legales y gratuitas para conseguir los libros que sí apoyan a los autores.
Y ahora, sigamos con la entrevista.]
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Has escrito un montón de libros. ¿Qué has mantenido y qué has cambiado de tu escritura desde que empezaste?
Creo que lo que siempre he mantenido es algo que decía Billy Wilder: “sobre todo, no aburras”. Para mí esa es la primera ley. Una de mis obsesiones al escribir es que la narración sea ágil, con un tono dinámico y el adecuado para cada historia.
¿Por qué digo “el adecuado”? Porque no es lo mismo escribir Entre dos finales, que es juvenil con toques de fantasía y romántica, que una novela histórica romántica en tercera persona, o una obra corta de ciencia ficción. Aunque sean tan distintos los géneros en los que he trabajado, en todos busco que la narración sea dinámica y que el tono funcione. De hecho, el tono me obsesiona: es en lo que más tardo cuando empiezo un proyecto. Para encontrarlo, suelo leer o ver películas y series relacionadas con la historia que quiero contar.
Otra constante en todas mis novelas son las relaciones, especialmente las de amistad. Creo que están presentes en todas mis historias sin excepción. Me encantan mis amigas y se refleja en lo que escribo.
En cuanto a lo que ha cambiado, al principio me costaba mucho dar más información. Vengo del relato, y ahí todo tiene que estar muy medido: no puedes poner una palabra al azar. Pero en la novela hay momentos en los que es necesario recrearse un poco más. Mis editoras me aconsejaban: “amplía aquí, necesitamos saber más sobre el protagonista”. Antes me resultaba muy difícil pasar de las 60.000 palabras; ahora a veces me sorprendo llegando a las 100.000. Esa es, creo, mi mayor evolución: ahora me permito recrear y describir mucho más.
Comentabas que te gusta ponerte en situación, ver pelis y leer para coger el tono. ¿En qué momento del proceso lo haces y cómo funciona tu proceso de escritura?
Pues depende. He escrito cosas por encargo y ahí ya te dan una chispa de idea más o menos extensa, y partes de eso. Pero si es algo propio, normalmente la idea me surge de repente: escuchando música, paseando… Por ejemplo, Noche de verbena nació en 2020. Después de la pandemia estaba tomando churros con mis amigas y pensé: qué buen comienzo de novela, unas amigas contando la fiesta del día anterior mientras toman churros. Y dije: «tengo que escribirlo». En Entre dos finales, puse a Garden como escritora porque no quería introducirme a mí misma en la historia, y además encajaba con el desarrollo.
A partir de la idea, preparo una escaleta. No son tan detalladas como las de autoras como Myriam M. Lejardi o Victoria Álvarez. Las mías contienen un resumen general y, para cada capítulo, un párrafo chiquito. Por ejemplo: «En este capítulo Laura tiene que entrar en este mundo y salir esto y esto». Y ya.
Es cierto que no soy una escritora mapa muy precisa. Una vez Nana (Cristina Prieto) me dijo que soy como Google Maps: voy recalculando ruta. A veces pienso “ahí va, hacia aquí no” y cambio de rumbo. Pero la escaleta me da tranquilidad: me recuerda el final que tenía en mente y me ayuda a no perderme en mi propia novela. Aunque luego la modifique un poco, me viene bien para la mental.
Y todo lo de leer libros, ver pelis y demás, lo hago en la fase de organizar la novela; cuando busco cómo arrancar, cómo hablan los personajes… Por ejemplo, en Entre dos finales, no es lo mismo cómo habla Laura para sí misma que cómo habla con los personajes de la novela, que son de la regencia. No pueden decir «eh, tío, hace mazo calor». Tenía que cuidar el vocabulario, así que me empapé de series y pelis históricas para coger el registro adecuado.
El inicio de Entre dos finales, con la tormenta, me recordó un poco a El mago de Oz, aunque mientras leía, el tono me llevó al anime, en concreto a los isekais. ¿De dónde surgió la idea de esta historia?

Pues verás… Iba paseando cerca del supermercado cuando me llama mi agente y me dice:
—Oye, Raquel, mira, que Salamandra…
Y yo:
—¡¿Salamandra?!
—Que a Salamandra le gustaría encargarte una novela. Lo único que han dicho es que quieren un isekai. ¿Sabes lo que es un isekai?
—Claro que sé lo que es un isekai, ¡por supuesto!
Me encanta el anime y el manga; creo que se nota porque hago muchas referencias a ellos y siempre los he consumido desde adolescente.
Empecé a pensar en la historia, me puse música y dije: «Me encantaría hacer un isekai en un mundo de regencia, pero con toques mágicos». Ahí fui dándole vueltas. Cuando me reuní con la editora de Salamandra, le conté la idea y le enseñé la escaleta que había preparado. La leyó y me dijo: «Nos encanta, escríbelo». Y así lo escribí.
Para escribir Entre dos finales, cogí todos los libros de juvenil que había leído y releído cuando era adolescente, como hace Laura. Volví a leer a Marianne Curley, Percy Jackson y muchos más. Además, como soy profesora y tengo a jóvenes de diecisiete años, quería ponerme otra vez en su piel.
Lo escribí muy rápido: creo que lo escribí en tres meses, y me lo pasé genial. También disfruté mucho trabajando la dicotomía de Laura: cómo habla consigo misma versus cómo habla con los demás.
Me gusta meter siempre retos narrativos: escribir una novela que solo pase en una noche (Noche de verbena) o una donde el personaje cambia completamente su forma de hablar según la situación (Entre dos finales). Son cosas que hacen que el proceso sea divertido. Como autora, no puedes aburrirte mientras escribes, porque los lectores lo notan. Se nota mucho cuando un libro se ha hecho solo “por cumplir”.
Siguiendo con Entre dos finales, me encantaron todos sus personajes y relaciones, y hacia el final, Garden —la escritora dentro de la historia, autora de la saga que obsesiona a Laura, la protagonista— comenta que quizá el octavo libro trate sobre Ethel. ¿Te planteas escribir otra historia ambientada en este mundo con otros personajes?
A ver, a mí me gustaría. No tanto con los personajes que ya están en el libro; por ejemplo, mucha gente me ha pedido después del epílogo una historia de Laura y Samuel. Pero creo que ya conté su historia, y recrearse más sería como estropearla.
En cambio, con otros personajes sí me atrae, sobre todo porque el mundo da mucho juego. Una de las críticas constructivas que me han hecho y que creo que tienen razón es que la historia no tuviera más carga mágica. Hay que entender que tenía su tiempo y extensión, y no podía recrearme en esos elementos, pero otra historia en ese mundo podría permitirme explorar toda la parte mágica que quedó en los márgenes.
Así que sí, no me importaría. Lo cierto es que ahora mismo estoy en un momento en el que no sé qué escribir. ¡Esto es fuerte! Me han hecho muchos encargos, pero he ido diciendo que no, porque siento que necesito escribir algo que verdaderamente me apetezca. No descarto que sea algo de Entre dos finales, porque el mundo me encanta.
¿Tienes algún personaje o novela favoritos? No necesariamente que creas que está mejor escrita, pero por el motivo que sea, que para ti sea la más especial.

No es que crea que es la mejor novela, ni la que está mejor escrita, pero por la carga que tiene, por haberla escrito porque yo quería y por lo difícil que fue encajarla, yo diría que Noche de verbena es la más especial.
En cuanto a personajes, uno de mis favoritos es Ezra —bueno, sería Izra, pero yo lo pronuncio como me da la gana—. Es un personaje secundario en Amor y conveniencia y protagonista en Lealtad y escándalo, que autopubliqué. Me encanta porque fue muy fácil de escribir; es cínico, pero muy gracioso y leal. Este tipo de personajes que me gustan mucho.
Otro de los que más me gustan es Rubén, de Una mentira compartida. Es un protagonista neurobiólogo, neurodivergente; su narración me costó mucho, pero es uno de los que más alabanzas recibe de las lectoras.
Entre los personajes femeninos, me encanta Laura, de Entre dos finales, y Bambi, de Noche de verbena; también fueron muy fáciles de escribir y me divertí mucho con ellas.
Mencionabas que, como profesora, convives con jóvenes de diecisiete años. ¿Dirías que algunos de sus rasgos o formas de relacionarse han acabado inspirando a tus personajes?
No hay ningún personaje que sea calcado a nadie en concreto, porque al final todos los personajes son un cóctel de miles de rasgos, incluidos los tuyos propios. Todos llevan algo de ti, incluso los villanos.
Sí que es verdad que, por ejemplo, el personaje de Kitty tenía muchas cosas de dos alumnas muy inocentes y buenas. En clase había quien las adoraba y quien decía: «uf, estas, por favor». Me gusta mucho ese «amar o matar» de los adolescentes, porque siento que la vida se vive con más intensidad en esa etapa, para bien o para mal.
En Noche de verbena, las chicas tienen rasgos de mis amigas de la peña del pueblo, pero también de mis alumnas. Inés, por ejemplo, viste como muchas de mis alumnas, y creo que meto detalles de ellos incluso sin darme cuenta.
Eres profe y escribes. ¿Cómo compaginas ambas profesiones?
Tengo suerte, porque como profesora de instituto en la pública mi horario es de 8:30 a 14:30 como mucho. A veces entro más tarde o salgo antes. Es verdad que hay que preparar clases, pero después de siete años ya tengo la mayoría bastante rodadas.
Suelo escribir sobre todo los fines de semana, por las tardes y en verano. De hecho, Una mentira compartida la escribí en un verano —creo que en el de 2023—. Y Entre dos finales pude hacerlo tan rápido porque ese curso daba clase a adultos y tenía más tiempo; no es lo mismo que dar a adolescentes.
En general, me apaño así. Como trabajo en mi ciudad, por las tardes, a eso de las cuatro, ya estoy libre de responsabilidades, y aprovecho para escribir. Por ahora me funciona bien, aunque no sé si en el futuro tendré que bajar un poco el ritmo.
Hablando de Noche de verbena, decías antes que fue un reto narrativo. La propuesta de reunir a las protagonistas para narrar lo ocurrido esa noche, mientras interactúan en el presente, es muy particular. ¿Cómo construiste esa narración?
Noche de verbena fue una novela que escribí porque a mí me daba la gana, entre encargos y otros proyectos. Cuando se me ocurrió la idea de «unas chicas desayunando churros que empiezan a contarse la noche anterior», me pregunté: «¿cómo planteo esto?»
Necesitaba una línea temporal clara, en la que lo que cuenta una se entendiera mejor cuando luego otra aportara su punto de vista. Pero hacer capítulos me parecía aburrido. Así que me propuse imitar lo que pasa cuando estás en una mesa con amigas: una cuenta algo y otra la interrumpe con “ay, ay, ay, pues justo cuando tú estabas en eso, yo estaba en…”. Entonces me dije: van a interrumpirse. Y lo escribí sin capítulos.
Ahora pienso: «madre mía, Raquel». Porque para continuar tenía que releer todo lo anterior antes de ponerme a escribir lo nuevo. Tardaba más en preparar la escritura que en escribir. Esa escaleta sí que fue larga: incluía todo lo que hacía cada una, la línea narrativa de cada una, y además se intercalaban. Fue un reto narrativo que me parecía divertido.
Es verdad que me trajo problemas: hubo dos editoriales que rechazaron la novela porque a los lectores no les iba a gustar que no tuviera capítulos. Y algunas lectoras me lo han dicho «no tiene capítulos». Lo entiendo, cada persona lee como quiere. Pero yo me canso de leer siempre lo mismo, en el mismo formato: necesito poesía, teatro, otros géneros. Me parecía una propuesta chula y puedes parar en cualquier interrupción. Así que lo hice así. Y la verdad, me lo pasé genial.
Quería aprovechar que te tengo aquí para que completes tu presentación. Tengo entendido que, además de profesora, bióloga y escritora, te gusta el café con hielo, la mitología, las fiestas de pueblo y obviamente, la literatura. ¿Quieres añadir algo más?
Pues sí. Algo que no sé si mucha gente sabe es que me encanta el manga y el anime, y también los cómics. De hecho, también recomendaría a escritores que no leen cómic o novela gráfica, que lo hagan. Nos saca de las formas de narrar más clásicas y ofrece perspectivas diferentes. Al ser en su mayoría japoneses o de creadores asiáticos, también te acercan a otras realidades.
Y bueno, me encantan las joyas, sobre todo los pendientes raros, ¡tengo muchísimos! Y las plantas, tengo un montón, y también las llevo siempre encima.

Raquel durante la entrevista, con unos preciosos pendientes de girasoles.
Y para terminar, ¿cuáles son algunas de tus novelas o autores favoritos?
En general, en la vida, mi libro favorito es El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Me encanta, me apasiona. También me gusta mucho Jane Eyre. De relatos, destacaría Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin.
Y de autoras españolas, me apasiona El perdedor de Myriam M. Lejardi. Recientemente descubrí Sangre real, de Marina Tena Tena, que me encantó, pero mi libro favorito suyo —y de los que más adoro en general— es La novia roja.
Tengo muchísimos libros favoritos, pero estos cinco están entre ellos. Todo el mundo cree que Jane Austen es mi favorita, y me encanta, pero creo que me quedo con la novela victoriana en general.
En fantasía, me encanta Las bestias olvidadas de Eld, publicado por Duermevela. Es un libro increíble, con un aire de leyenda, como un cuento tradicional. Es precioso y está increíblemente bien traducido.
Ha sido una delicia entrevistarte, Raquel. ¡Muchas gracias por prestarte a responder estas preguntas!

